REPORTE DE LA VISITA A LAS CONTRAPARTES EN PERÚ

Nuestra compañera Olga ha estado por trabajo un par de meses en Perú. Os pasamos el relato de su vivencia.


A mediados de febrero estuve en Perú, donde Upasunqu tiene como contrapartes locales a la Comunidad Águilas Emaús en Piura, y a Emaús Villa El Salvador en Lima. Con los compañeros de Villa el Salvador tuvimos un encuentro de trabajo distendido, aprovechando la celebración de su aniversario institucional y animándolos a continuar con su programa de “Educación y alimentación” de niños y niñas desfavorecidos del barrio. Enhorabuena para ellos que siguen donando su vida para hacer que otros vivan.

En Piura pude compartir con los compañeros Águilas algunos espacios de ayuda para mejorar la distribución de las tareas en el trabajo y para visitar las acciones sociales que desarrollan, especialmente la escuelita Aguiluchos de Emaús, en la zona de La Campiña, Bajo Piura. Las profesoras, por entonces, estaban preparando con mucha ilusión y alegría las aulas y los ambientes para la vuelta de los niños al cole en marzo, pues enero y febrero son sus vacaciones de verano. Con ellas realizamos un taller de “Reflexión pedagógica para la sana convivencia y el buen vivir”, para lo cual nos fuimos a una casita que nos dejó la comunidad en la playa.

Un clima de más de 38 grados centígrados, entre el desierto y el mar, acompañó toda mi estancia en Piura. La gente cansada, tostada por el sol y abochornada por el calor. Las casas poco acondicionadas para ese clima. Los trabajos informales en las calles (niños vendiendo caramelos, jóvenes haciendo piruetas frente a los coches en los semáforos para sacarse una cuantas monedas, señores que,  a cambio de  unas cuantas monedas, rellenan los huecos con arena “emparejando” las carreteras destrozadas por el tiempo y por el desinterés de las autoridades). Pero en medio de todo ello, la sonrisa de la gente en la calle, sus bromas sencillas y la picaresca peruana, hicieron más agradable la estancia. Gracias a cada heladera que con una palabra amable me ofreció un helado o una cremolada para mitigar la sed.

Para quienes se crean el cuento de que en Perú hay un crecimiento económico importante, les diré que no se fíen de los índices de la macroeconomía, que nada tienen que ver con la realidad del ciudadano de a pie, y menos de los pobres. Por ejemplo, en Perú, como pasa en otros países del sur, lo público funciona fatal. Ni la salud ni la buena educación están garantizados. Si alguien quiere acceder a ello, tiene que pagar. Y por si acaso, las razones humanitarias para acceder a la salud, no existen. Y en caso de emergencia sanitaria, si te pilla sin ser un asegurado de la salud pública o privada, tendrás que dejar hipotecada tu casa, como garantía con las escrituras públicas o algún otro bien de “respaldo”.  Cualquier iniciativa de apoyo para estas poblaciones en estos ámbitos, sigue siendo una forma concreta de incidir en el desarrollo local que aún no ha llegado.

Incluso las autoridades locales de los ayuntamientos sucumben a los intereses económicos y/o estafas. No es raro encontrar una zona residencial de no más de 1000 habitantes con 27 hoteles, hostales o albergues alrededor, autorizados o no por las autoridades municipales. Y los piuranos pobres afrontan su día a día con entereza, denunciando con sus escasas armas estas situaciones, pero sin dejar de levantarse cada mañana para hacerle frente a la vida. La cooperación al desarrollo en este contexto sigue siendo una llamada urgente y vigente; un bien mayor.

Datos como los siguientes, son reflejo del subdesarrollo y decrecimiento de este país: el papel higiénico es  16 veces más caro que en España, los espaguetis el cuádruple, el arroz (y ojo que Perú es un productor) cuesta 8 veces más. Funcionan con precios europeos, y todavía más caros, cuando los peruanos ganan un salario a la peruana. El salario base está en 750 soles. Es pues espantoso que tengan que pagar 28 soles por un paquete de papel higiénico o 120 soles por un par de zapatos. Eso sí, en Piura y en las principales ciudades del Perú, han colocado unos supermercados gigantes, de capitales extranjeros, chilenos o españoles, que tienen aire acondicionado, donde los piuranos, caminan dicharacheros para guarecerse del calor. Además, a punta de tarjetas de crédito y de un súper endeudamiento de la población,  y de la hipoteca de sus exiguos salarios, las familias acceden a las compras de víveres y medicinas. Apoyar a la reflexión colectiva de estas poblaciones, y a la organización de sus bases, es un cometido que la cooperación al desarrollo debe seguir abordando.

Adormecidos por los mercados del consumo y el capital, sintiéndose infelices por no acceder a las “bondades” que ofrecen los comercios, caminan agitados los pobladores, mientras los problemas esenciales como la seguridad ciudadana (ha subido el índice de criminalidad); la escasez de empleo de calidad y bien remunerado; la gran corrupción política y de las autoridades; la ausencia de una buena educación o de las garantías de los derechos humanos frente a la justicia; el no tener garantizado el acceso a la salud; el abandono de los colectivos excluidos (personas con discapacidad física; niños y niñas de zonas rurales, pobladores de barriadas sin agua, luz o desagüe, etc.); los altos precios del agua y la luz, que los hacen inaccesibles a la población..., son ocultados por los políticos con la cortina de humo de un falso camino al desarrollo.

En medio de toda esta controvertida realidad, la solidaridad y alegría de la gente todavía son valores sociales latentes. Las personas viajan sonriente en las mototaxis que invaden las calles de la ciudad y de sus zonas periféricas. Hasta las motos lineales ofrecen servicio público de transporte, por el módico precio de 2 soles (0,5 euros).  Con ese paisaje social fuimos a visitar las familias apoyadas por el programa de “becas sociales” de Upasunqu. Uno de los ancianos del programa, don Samuel, envió para todos nosotros un fuerte abrazo pero también una caja de mangos y algunos cocos, frutos descolgados de las ramas por sus propias manos ancianas y quemadas por el sol. Dichos mangos y cocos, por razones aduaneras, no han llegado a su destino. Pero valga la foto como muestra de su ofrenda que nos alegra el corazón. Gracias Samuel.