La Navidad del niño migrante‏

Estimadas/os amigas/os, desde la Fundación Proconcil nos llegan dos textos sobre el drama de las migraciones. Que sepamos disfrutar de este tiempo de alegría y familia, pero también de agradecimiento por lo que tenemos y solidaridad y lucha por la justicia.

Navidad del Niño Migrante

Lo vi en los grandes centros comerciales, shopping centers, abandonado en un simulacro de comedero, dentro de una cueva, rodeado de María, José, los pastores , los Reyes Magos y algunos animales; pero la atención de la gente se centraba en Santa Claus: sentado en un trono, distribuyendo sonrisas, abrazos y regalos; el protagonista de la fiesta, permanecía ignorado por la gran mayoría, arrinconado en una esquina, como tantos niños y niñas, hijos de padres extranjeros y apátridas, en los sótanos de la ciudad.

Yo lo vi, en algunas calles y plazas de la gran metrópoli, con pesebres artísticos, profusamente iluminadas y adornadas; mientras los transeúntes, embriagados por las luces y regalos brillantes, se veían arrastrados en la sed desenfrenada de las citas y las compras; el personaje principal desaparecía en el torrente de la multitud ansiosa, de la misma manera que (desaparecen) miles de hijos de migrantes solitarios y perdidos, en busca de pan y afecto, como huérfanos con padres vivos, en los callejones sin salida del alcohol o de las drogas.

Lo vi el interior de las casas, como parte de la tradición cristiana: el mismo niño, los mismos animales y figuras, la misma disposición; pero la familia tenía otras tareas propias de fin de año: ropa y calzado, muebles y electrónica, novedades de todo tipo; poca o ninguna atención merecía la imagen del recién nacido, igual que millones de criaturas recién llegadas del campo o de otro país, sin hogar ni escuela, (con) pocas posibilidades de futuro marcadas por el abandono, el prejuicio y la discriminación.

Lo vi en muchas iglesias, con la Sagrada Familia y otras imágenes; sin embargo, como los saduceos y los fariseos de todos los tiempos, la miopía y la ceguera les impedía sentir el amanecer del Reino de Dios en la cara del Niño sencillo y singular que acababa de nacer, así como en el rostro desfigurado de un sinnúmero de niños y niñas, refugiados, prófugos, exiliados, fugitivos de la violencia y la guerra: que lejos de su patria, nacen al margen del camino y la vida.

Mientras tanto, él estaba allí como Buena Noticia a los pobres, esperanza de vida de quienes, a pesar de la adversidad, se ponen en camino en un intento de abrir nuevos horizontes!

Padre Alfredo J. Gonçalves , cs , Roma, 15 de noviembre 2013
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Y sobre el mismo tema, un poemita anónimo de una profesora que trabajó con adolescentes migrantes

Barcas a la deriva

Barquitos de colores por el mar
Sueños de niños -que se lleva el viento-
perdidos en la bruma de las modas
de los chismes, movidas, devaneos.

Barco sin rumbo, azotado por las olas, 
entre la desazón y el puro miedo;
con la tristeza de no tirar el ancla
a un suelo donde asirse ¿será el nuestro?

¡Cuanto dolor a cuestas! las familias
que dejaron su tierra, con lamento
y se echaron al mar, sin hacer duelo,
soñando con que fuera para bueno.

Mientras tanto, mil hijos se han perdido,
sin oir, apenas, canciones felices, 
sin lenguajes comunes que arrullaran
el sueño trasplantado sin raices.

Todos, al fín, vivimos el destierro:
todos, alguna vez fuimos extraños,
en tierras que nos daban algún pan
y que no nos sentían como hermanos.

Es una gran tragedia de la Historia;
de una historia de todos, suya y nuestra;
nuestra y suya esta barca en la que vamos,
que arroja el ancla, sin encontrar tierra.

Sigamos navegando, hasta encontrar
tierras que roturar juntos se pueda
mientras suenan canciones en mil lenguas,
que, nunca más, ya, nos serán ajenas.